EL LLAGAR DE CABUEÑES
Gijón (Concejo de Gijón)
Con la llegada del buen tiempo, además de irse a la playa, una de las cosas que más apetece es irse a tomar el vermú y a picar algo a un merendero. En Gijón los fines de semana, como no reserves, es prácticamente imposible hacerte sitio en uno. O al menos, a raíz de lo que vimos en el Llagar de Cabueñes, en uno de los buenos. Y es que llegamos a este sitio por casualidad sin llegar a entender cómo era posible que un establecimiento con buen aparcamiento y una terraza muy apañada estuviera medio vacío cuando los de los alrededores estaban llenos hasta la bandera.
La carta es bastante amplia, con platos de cocina y otra parte de parrilla. De entrante pedimos una de las ensaladas que nos recomendó el camarero que nos atendió. La primera en la frente. Una ensalada con cuatro rodajas de tomate, tres pimientos, un trozo de rulo de queso de cabra sin marcar en la plancha, y un poco de lechuga. Y todo ello regado generosamente con una especie de mermelada de arándanos. Sobre gustos no hay nada escrito pero, al menos para nosotros, fue la ensalada más floja que hemos comido fuera de casa en mucho tiempo. Máxime cuando era un plato de carta y, a juzgar por una mesa que teníamos al lado que también la pidieron, no fuimos los únicos en pensar eso.
Para picar también habíamos pedido unos tacos de lomo al cabrales. La ración, como se puede ver, más bien escasa, el lomo reseco y tieso como la mojama, y acompañado con una salsa de cabrales muy del montón. Segunda decepción.
A continuación nos llegó el picadillo con setas al cabrales, que lo habíamos comido en la Sidrería Carión (Pola de Somiedo) y nos había encantado, así que aquí decidimos probarlo. La ración es correcta, pero sigue faltándole algo a la cocina porque es un plato sencillo que no nos acabó de convencer a ninguno de los comensales. Tercera decepción
Finalmente cerramos la comida con unos escalopines al cabrales. Ni con esas. Otro plato que no tiene mayor complicación y que nos decepcionó. El rebozado algo aceitoso, la carne extremadamente reseca y la ración muy justa. El cabrales en la línea de lo comentado en el plato anterior. Cuarta decepción.
Visto lo visto, no nos aventuramos a pedir postre. Por si fuera poco, el servicio es extremadamente lento (hasta en 3 ocasiones tuvimos que pedir la cuenta). La cuenta ascendió, con agua y un café, a 55 €. Precio que consideramos caro, máxime si tenemos en cuenta la relación calidad-precio que encontramos. No creo que volvamos. En pocos sitios hemos salido tan descontentos.
La carta es bastante amplia, con platos de cocina y otra parte de parrilla. De entrante pedimos una de las ensaladas que nos recomendó el camarero que nos atendió. La primera en la frente. Una ensalada con cuatro rodajas de tomate, tres pimientos, un trozo de rulo de queso de cabra sin marcar en la plancha, y un poco de lechuga. Y todo ello regado generosamente con una especie de mermelada de arándanos. Sobre gustos no hay nada escrito pero, al menos para nosotros, fue la ensalada más floja que hemos comido fuera de casa en mucho tiempo. Máxime cuando era un plato de carta y, a juzgar por una mesa que teníamos al lado que también la pidieron, no fuimos los únicos en pensar eso.
Para picar también habíamos pedido unos tacos de lomo al cabrales. La ración, como se puede ver, más bien escasa, el lomo reseco y tieso como la mojama, y acompañado con una salsa de cabrales muy del montón. Segunda decepción.
A continuación nos llegó el picadillo con setas al cabrales, que lo habíamos comido en la Sidrería Carión (Pola de Somiedo) y nos había encantado, así que aquí decidimos probarlo. La ración es correcta, pero sigue faltándole algo a la cocina porque es un plato sencillo que no nos acabó de convencer a ninguno de los comensales. Tercera decepción
Finalmente cerramos la comida con unos escalopines al cabrales. Ni con esas. Otro plato que no tiene mayor complicación y que nos decepcionó. El rebozado algo aceitoso, la carne extremadamente reseca y la ración muy justa. El cabrales en la línea de lo comentado en el plato anterior. Cuarta decepción.
Visto lo visto, no nos aventuramos a pedir postre. Por si fuera poco, el servicio es extremadamente lento (hasta en 3 ocasiones tuvimos que pedir la cuenta). La cuenta ascendió, con agua y un café, a 55 €. Precio que consideramos caro, máxime si tenemos en cuenta la relación calidad-precio que encontramos. No creo que volvamos. En pocos sitios hemos salido tan descontentos.