CASA FUNSIQUÍN
El pasado lunes teníamos un curso en Cangas del Narcea y, como era la última sesión, decidimos ir varios compañeros a comer juntos. Lo más fácil hubiera sido ir a tiro fijo a la villa canguesa, pero decidimos ir a la aventura y buscar un sitio nuevo para comer y poder añadir a esta guía.
El pueblo de Gedrez es muy famoso últimamente porque en sus inmediaciones hay un mirador desde donde se pueden divisar con relativa facilidad osos pardos salvajes. Los fines de semana aquello se llena de gente con todo tipo de cámaras y prismáticos en busca de la instantánea perfecta, y la mayoría lo consiguen.
Para ir hasta Gedrez, debes llegar a Cangas del Narcea y, una vez allí, coger la carretera en dirección Degaña. Una vez llegado al pueblo de Rengos, debes coger un desvío que hay a mano izquierda, desde el que llegas a Gedrez. Allí hay dos restaurantes, ambos con muy buenas referencias, así que nosotros nos decidimos por el primero que vimos: Casa Funsiquín.
Nada más bajar del coche te quedas impresionado por las vistas. En nuestro caso nos tocó un día soleado a más no poder y se veía perfectamente el Pico Miravalles y, mientras subíamos, la Peña Moncó.
Queda al principio del pueblo, justo al lado de la capilla. Tiene un aparcamiento propio bastante curioso, lo que se agradece en pueblos en donde aparcar en la carretera puede ser toda una aventura. También dispone de un pequeño parque infantil con toboganes y columpios, así que si lleváis niños pequeños os será de gran ayuda.
Entramos en Casa Fonsiquín y, nada más entrar, puedes ver como evolucionó lo que era un bar-tienda típico en un restaurante con encanto. No obstante, sigue siendo un sitio en donde puedes encontrar productos locales: embutidos, quesos, mermelada, miel, pan casero, verduras de temporada, artesanía, vino de la Tierra de Cangas, etc.
Nada más entrar te encuentras con una barra, y detrás, al fondo un comedor que realmente es una galería con vistas a los montes y picos de la zona, con espectaculares vistas. Mantel de tela, y silla y mesas cómodas y suficientemente amplias.
Como no habíamos encargado, decidimos comer el menú del día. De primero nos ofrecieron ensaladilla rusa o calamares en su tinta con arroz blanco. Como hacía un dia de calor asfixiante, la mayoría nos tiramos a por la ensaladilla, mientras que uno pidió los calamares.
El arroz con calamares era una buena ración. El compañero que lo comió decía que el calamar estaba algo duro, sin embargo, para mi estaba bien. El calamar, sin ser chicle, creo que debe ser algo más consistente que esas anillas de calamar que se compran congeladas y que, al cocinarlas, parece que se deshacen. De sabor, muy bueno.
La ensaladilla estaba muy buena, de las más ricas que recuerdo comer fuera de casa. Yo reconozco que soy muy maniático para la ensaladilla y esta me encantó, y hasta repetí. Buena ración, sabrosa y con buena presentación. Buen comienzo
A continuación nos llegaron los segundos, el cachopo de jamón. Es curioso, había comido cachopos de ternera de buey, de pollo, de merluza, de chosco, de berenjena... pero nunca de jamón. Otro acierto, muy sabroso, con el rebozado en su punto y el relleno óptimo. Además tuvieron el detalle de decirnos que si queríamos más que lo pidiéramos sin problema. Por ganas lo hubiéramos hecho, pero ya no quedaba sitio para mas.
Y de postre nos ofrecieron varias tartas caseras. Pedimos la de galleta y la de yema tostada y nata. Aquello fue la guinda, impresionantes. Bien de tamaño, de dulzor en su punto y frecas. Muy muy recomendable la de yema y nata si os gustan ambas cosas.
Al final, fuimos a pagar y sorpresa, ¡¡¡8 €!!!!, regalado vamos. Si vas los fines de semana el menú es de 12 €, pero vamos, viendo esto, seguro que el menú merece la pena.
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